Después de una Semana Santa invadida por lo dibujos
animados “Frozen” me empiezo a plantear
el mensaje sublimanal que tienen todos los dibujos que les gustan a mis
sobrinas y que hace tan solo unos años me gustaban a mí.
Canción tras canción todos los
dibujos tienen el mismo enfoque; hombre, no cualquiera claro, principal mente: príncipe
rico y apuesto, va tras una joven que
pierde un zapato, una princesa en apuros o simplemente una no nadie. Eso si
todas ellas son guapas, delgadas y cantan que más quisieran muchos de los
programas televisivos.
Nos quieren enseñar que detrás de
un dragón (muy pero que muy malo) siempre habrá alguien quien nos salve. Nos
muestran el amor de película americana en la edad en la que los chicos nos
parecen idiotas, y ni siquiera nos podemos plantear que significa.
Pero ¿Qué pasa cuando nos hacemos
mayores…?
Dónde está el sapo-príncipe, dónde
están los castillos, los caballos, los bailes con vestidos que ni Dior, los
musicales… porque ponte tú a cantar a alguien que acabas de conocer… mínimo
saldrá corriendo, no creo que se ponga a cantar contigo la misma canción y
menos hacerte los coros.
Qué pasa cuándo estamos esperando
frente a una calabaza que se transforme en un precioso carruaje, y en vez de
eso… resignados acudimos a comprar el bono bus. Los dibujos no tienen
necesidades económicas, no acuden a sellar el paro no hacen botellones en un
descampado y lo que más me jode… que siempre, siempre saben que vestido
ponerse.
Si olvidar que todos tienen un
final feliz… pero que pasaría si hicieran una película tipo “Bella la Bestia
veinte años después” El apuesto joven,
qué os creéis que no volvería a ser una bestia. Y que la joven bella seguiría
leyendo y siendo tan dulce… En fin… las dejaré que sigan creyendo en príncipes
y princesas ya tendrán tiempo en descubrir la vida real. En vivirla.